A lo de siempre
Con la llegada del grandioso mes de septiembre nos sobrevienen también esos espléndidos sentimientos de ternura y nostalgia (dícese "el hijo de p... de mi jefe" y similares, algunas expresiones con mayor o menor cariño para con los familiares del susodicho).
Es una buena época, vaya que sí... Vuelve la Champions League y las ligas nacionales. Total, que el mes de septiembre ofrece un sinnúmero de ocasiones excepcionales para vivir la vida. Lo cierto es que aún tengo resaca veraniega (creo que es la primera vez que me pasa) y volver a mis entretenidos quehaceres me está suponiendo algún que otro problema... Que si el bocadillo de las doce, que si la siesta, que si ahora los partidos de los martes los han cambiado de cadena... Sí, amigos míos, es un trabajo agotador que dejaría sin aliento al huno más fornido.
Tendré que ponerme a trabajar y terminar "Diarios de un fumador" al fin, escribir relatos, terminar "Perversidad" y escribir algún que otro capítulo de "El misógino" (sólo pensar cuántas cosas tengo que hacer me dan ganas de echarme la segunda siesta del día). Gracias a Dios, hoy hay fútbol (aunque sea el Madrid, algo hay que ver).
Se habla de la estupidez esa de "El síndrome post-vacacional" que si la gente se deprime y eso... Lo cierto es que con la llegada del mes de septiembre siempre me imbuye un sentimiento de "querer trabajar" bastante extraño. Por suerte, sólo durará quince días, por lo que estoy a punto de superar mi gran crisis existencial.
Pero todo ello, la primera crisis vacacional... el agujero en la capa de ozono... el voto por correo del Madrid... Me hace pensar si no estará la vida de la gente (y la mía, que en esta ocasión no me escapo) tan vacía durante el resto del año que, en un alarde de sinceridad, ponen todas sus esperanzas en un período relativamente corto (excepto los profesores, cómo viven esos). Después de todo, tengo suerte, y no tengo demasiadas ganas de que lleguen las vacaciones de Navidad (más que nada, me ha recomendado el médico, al que nunca voy, que no coma más polvorones en vez de uvas durante las campanadas)... Siempre nos quedará el eterno "ya llegarán las vacaciones", como el señor ese de una agencia de viajes que está preparando las vacaciones todo el año (en fin, al menos en Roma cuando tenías un hijo tullido te permitían dejarlo tirado en la calle a ver si alguien lo recogía).
Su viejo escritor, con menos ganas que nunca de trabajar, ha vuelto, prometo entregarles algún que otro relato este año y terminar, al menos, una novela. Puedo prometer y prometo (cada día me parece que envejezco más rápidamente) que entregaré un artículo, al menos, por semana y que les iré contando las grandiosas vicisitudes del ocioso.
¿Buen artículo, verdad? Si es que tras dos meses sin fútbol... ¿qué esperában? Prometo ser más caústico e hiriente la próxima vez.
Es una buena época, vaya que sí... Vuelve la Champions League y las ligas nacionales. Total, que el mes de septiembre ofrece un sinnúmero de ocasiones excepcionales para vivir la vida. Lo cierto es que aún tengo resaca veraniega (creo que es la primera vez que me pasa) y volver a mis entretenidos quehaceres me está suponiendo algún que otro problema... Que si el bocadillo de las doce, que si la siesta, que si ahora los partidos de los martes los han cambiado de cadena... Sí, amigos míos, es un trabajo agotador que dejaría sin aliento al huno más fornido.
Tendré que ponerme a trabajar y terminar "Diarios de un fumador" al fin, escribir relatos, terminar "Perversidad" y escribir algún que otro capítulo de "El misógino" (sólo pensar cuántas cosas tengo que hacer me dan ganas de echarme la segunda siesta del día). Gracias a Dios, hoy hay fútbol (aunque sea el Madrid, algo hay que ver).
Se habla de la estupidez esa de "El síndrome post-vacacional" que si la gente se deprime y eso... Lo cierto es que con la llegada del mes de septiembre siempre me imbuye un sentimiento de "querer trabajar" bastante extraño. Por suerte, sólo durará quince días, por lo que estoy a punto de superar mi gran crisis existencial.
Pero todo ello, la primera crisis vacacional... el agujero en la capa de ozono... el voto por correo del Madrid... Me hace pensar si no estará la vida de la gente (y la mía, que en esta ocasión no me escapo) tan vacía durante el resto del año que, en un alarde de sinceridad, ponen todas sus esperanzas en un período relativamente corto (excepto los profesores, cómo viven esos). Después de todo, tengo suerte, y no tengo demasiadas ganas de que lleguen las vacaciones de Navidad (más que nada, me ha recomendado el médico, al que nunca voy, que no coma más polvorones en vez de uvas durante las campanadas)... Siempre nos quedará el eterno "ya llegarán las vacaciones", como el señor ese de una agencia de viajes que está preparando las vacaciones todo el año (en fin, al menos en Roma cuando tenías un hijo tullido te permitían dejarlo tirado en la calle a ver si alguien lo recogía).
Su viejo escritor, con menos ganas que nunca de trabajar, ha vuelto, prometo entregarles algún que otro relato este año y terminar, al menos, una novela. Puedo prometer y prometo (cada día me parece que envejezco más rápidamente) que entregaré un artículo, al menos, por semana y que les iré contando las grandiosas vicisitudes del ocioso.
¿Buen artículo, verdad? Si es que tras dos meses sin fútbol... ¿qué esperában? Prometo ser más caústico e hiriente la próxima vez.
Martín Cid