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domingo, julio 25, 2010

San Fermín, futbol, Bibiana Aido


Permítanme que les cuente algo desde España. Terminó el fútbol (para quien no lo sepa España – Alemania) y salí a tomar mi habitual y diaria botella de brandy por Madrid. No hubo sorpresas: la gente celebraba por todo lo alto el paso a la final del Campeonato Mundial de Sudáfrica. ¿Nada nuevo? Muy nuevo es (inédito) que España pase a una final, porque nunca antes había disputado una y muy nuevos son, también, los cánticos de yo soy español, español, español (permítanme que no lo tararee, su otorrino me lo agradecerá).

Éxitos deportivos aparte, España está viviendo una especie de auge patriótico. ¿Motivos? Lo diré directamente: nuestros partidos regionalistas, que no hacen sino aprovecharse de un sistema electoral que los beneficia claramente, han creado tal clima de incertidumbre en el país que los ciudadanos han contestado. Hoy leo en los periódicos un cántico tan tautológico como extraño: “Oa, oa, oa, Barcelona es española”.

El asunto parece extraño porque, si el señor Presidente del Gobierno no ha rectificado a estas horas (que todo puede ser), Barcelona ya formaba parte de una nación llamada España. Cuestiones políticas aparte (y reservo el derecho a rebuznar lo contrario), la clase política (lo de “clase” ofende la vista, pero para eso mandan ellos) ha venido enfrentando a la sociedad española en un duelo mediático que no carece de eco en el ámbito ciudadano.

Así, y sólo por citar los últimos tiempos (ya me meteré con los pretéritos) se crea un Ministerio de Igualdad cuya única misión parece ser desigualar a hombres y mujeres y enfrentar en dos bandos (mujeres y posibles maltratadores –dicho sea de paso: todos los hombres-). El juego es parecido al que se puede dar en cualquier otro momento: para que el poder ejecutivo pueda obrar libremente, debe crear un clima de incertidumbre y enfrentamiento entre los ciudadanos, de manera que sean ellos quienes solucionen el problema (lo paradójico del asunto, o dicho menos finamente “cachondo”, es que son ellos mismos los que crearon el conflicto que los beneficia).

Leí una vez por ahí que cierto tipo con bigote que lucía una esvástica fue subvencionado por cierto país con barras y estrellas, en la bandera precisamente, para superar una crisis mediante

Leer el artículo completo en La Nación Dominicana:

http://www.lanaciondominicana.com/ver_opinion.php?id_opinion=1870

domingo, julio 18, 2010

Una mañana cualquiera, por Martín Cid


Una mañana cualquiera
por Martín Cid
http://www.martincid.com/



Leer los periódicos por la mañana debería estar prohibido y voy a contarles por qué: no soy precisamente amigo de acudir al médico (en contra de las indicaciones del Gobierno). Y es que nuestro buen paternalista Estado tiene por costumbre crear sanas “costumbres” (y valga la redundancia) como acudir al médico por cualquier motivo (no vaya a ser que estemos enfermos sin saberlo). Así, una epidemia o brote que para cualquier novelista pasaría desapercibido como la Gripe A, para los miembros de las cúpulas del Gobierno en los actuales estados de derecho son una mina de oro propagandística. Es lo que antes se llamaba “maniobra de distracción” y ahora política: buscar un tema que cree la suficiente polémica para que nos olvidemos de la problemática ulterior.
Y es que la Sanidad y los problemas sanitarios siempre se han empleado a lo largo de la Historia para crear grandes cambios políticos.
Hoy en España hemos tenido un buen ejemplo de este asunto: aprobar la ley del aborto, lo que explica parcialmente mi falta de apetito esta mañana. Posteriormente, y tras conocer la polémica noticia (estoy en contra de la ley, por si a alguien le interesa) busco su gestación: la ley viene de la francesa, en la que una menor de dieciséis años puede abortar sin el consentimiento de sus padres (tiene que estar presente un adulto, eso sí, ¡qué elegantes siempre los franceses!).
Lo más curioso del asunto este del aborto es por tanto que la ley no es una iniciativa de nuestro señor presidente, sino que está hecha a imitación de los países más “avanzados”. Son las cosas de la Unión Europea y sus imposiciones morales: ya superado el hábito de fumar, ahora podemos superar la estupidez de la mayoría de edad.
Lo más grave del asunto es que los estados actuales han ido un paso más allá en la imposición moral: se ha superado incluso a los padres, que asisten ya a una educación que, estén o no de acuerdo con ella, les es impuesta a sus hijos sin remedio.
El límite del surrealismo es oscuro, y ya en algunos institutos se imparten clases sobre como… (mejor no lo pongo, que aún conservo ciertos mandamientos narrativos clásicos como “No hablarás de Sexo en vano”) y otras “mujeres”, de cuyos nombres prefiero no acordarme, crean un teléfono para solventar las dudas de los maltratadores (como si tuviesen alguna).
En estos últimos aspectos que he citado, el asunto se puede tomar con la ironía suficiente (y necesaria), pero las labores propagandísticas han ido más allá de lo moralmente permitido y han superado la línea de lo público para incidir con más énfasis que nunca en la manipulación de lo privado, y no ven cortapisa alguna para legislar lo ilegislable: la capacidad de elección del ser humano. Así, y bajo la forma propagandística de aparente libertad (de abortar), los políticos se erigen en dictadores de la moral de la UE.
Alguien me comentó (JMOS) que la sacro-santa Revolución Francesa había transformado la trinidad Padre-Hijo y Espíritu Santo en otra tríada de elementos con apariencia revolucionaria: Libertad, Igualdad y Fraternidad. El Estado toma el papel asignado en otros tiempos a la Iglesia y los padres y educa para el religioso cumplimiento de las modernas leyes morales: ir al médico (ahora van a hacer que paguemos dos veces, por cierto), dejar de fumar, ir al gimnasio, llevar una vida consumista y, si es menester, abortar antes de la mayoría de edad.
¿Dónde está la libertad? Lo dijo el lema revolucionario que, según algunos que vivieron esa época era bien diferente a la expresión más tarde adoptada (Libertad, Igualdad o Muerte).
Los frutos del cambio hacia lo aparentemente progresista, no ocultan sino la retorcida fórmula de derrocar las instituciones más arraigadas e imponer una nueva moral a golpe de Decreto Ley.
Hoy en día, y gracias a la eficiente labor de propaganda llevada a cabo desde la UE y fielmente secundada por los lacayos de los respectivos países, se impone la moral de la persecución y el absurdo, de la legalidad más allá de la legalidad.
Un mundo en el que todo parece loco.
Por muy irónicos que queramos ponernos.
Porque jugamos con la libertad.
Porque jugamos con la idea de la falsa igualdad.
Porque, finalmente, la fraternidad impuesta desde los gobiernos termina en la muerte del individuo.
Y eso, señores, no es democracia.

**Martín Cid es autor de “Ariza” (editorial Alcalá, 2008), “Un Siglo de Cenizas” (editorial Akrón, 2009), Los 7 Pecados de Eminescu (e-book) y del ensayo “Propaganda, Mentiras y Montaje de Atracción”.