martes, enero 23, 2007

Rendiciones


Desde que recibo críticas debido a mi, digamos, abultado ego (sería decir poco) me siento bastante apesadumbrado (no crean que no me ha costado encontrar un sinónimo de «jodido»).

El mundo funciona así: cualquier manifestación de carácter fuera del, digamos (vaya, me repito), «sistema de esclavismo imperante» se ve como no sólo como una crítica al sistema, sino como un ataque personal para todas aquellas «personas» (entre comillas, por si no lo notan, queridos detractores) que, embebidas de fracaso y mal gusto, viven sus días amargados y carcomidos por las invisibles cadenas que no les permiten manifestarse como ellos quisieran (sí, es decir mucho: la mayoría no tienen nada que manifestar).


El sistema va más allá: una vez adocenados, produce individuos «adocenadores», es decir, que el sistema crea una retroalimentación que servirá para producir individuos aún más esclavos. Esto está muy bien, y producirá generaciones de individuos felices, porque todos somos felices en este mundo con lavadoras y dvds (nadie se ha quejado de la comodidad, en fin).


Recientemente, y bajo la negativa a publicar en formato papel mi obra «Diarios de un Fumador», he decidido ponerla a la venta en formato electrónico. Su precio será claramente prohibitivo para cualquier economía familiar (más o menos dos euros, sí: dos). Con esto, perdonen, no pienso hacerme rico ni nada por el estilo (a no ser que venda un millón de copias). Pongo este precio (simbólico) y pido con ello una especie de apoyo tácito a todos los escritores y artistas que, casi anónimamente y sin buscar beneficio económico, trabajamos en pos de una mejor literatura, experimentando aún en casos de que nos golpeen y nos fustiguen con comentarios malintencionados.

Mi obra no es una obra narrativa: no quiero timar dos euros a nadie. Que nadie espere una desgarradora historia sobre el espíritu humano. Si tiene alguna virtud, se encuentra en la estructura y su vena «metaliteraria». La obra está narrada en clave faulkneriana de manera consciente y las referencias a otros mitos literarios son constantes. Con esto, lo sé, corro el riesgo de caer en una pretenciosidad manifiesta y, créanme, lo sabía desde que comencé la obra. «Diarios de un Fumador» habla sobre la estructura de la novela moderna en clave narrativa.

Cuando comencé, hace ya creo bastantes años, mi carrera literaria, sabía que no sería fácil, que sería mejor entablar un diálogo con los lectores de una manera más tradicional. Esto fue hace ya más de diez años. Ahora, con el paso del tiempo, el panorama literario ha alcanzado cotas de estupidez que ni yo mismo sospechaba. Libritos de aventuras y noveluchas históricas parecen acaparar el grueso de las lecturas de las «personas cultas». Me parece bien, no voy a negar lo que defiendo desde un primer momento: la libertad. Cada uno es libre de drogarse, practicar la eutanasia o leer basura (sí, al menos desde un punto de vista ético, lo que digan las autoridades me da ya igual).


Desde este mi pequeño foro, desde este púlpito que nadie agradece, os ofrezco mi obra y os invito a que la comentéis.


Sí, voy a reconocerlo, pretendo aportar algo al panorama literario: ¿una revisión crítica? Tal vez, pueden llamarlo como quieran. No escribo al azar, mido las palabras y sé desde un principio lo que quiero contar, cuando hago referencias a otros autores están ahí por algo, y son parte de una trama interna que, esta vez sí, me interesa contar. Mi ideal de novela se conforma como una cebolla: la capa exterior puede que sea desagradable a algunos, puede que no interese (¿quién utiliza la piel para hacer la salsa?); puede que sólo algunos lectores quieran traspasar dicha capa, puede que no les interese a demasiados.


No quiero contar historias. Sí, lo sé, parece una contradicción. Mi objetivo es contar aquello que no se lee a partir de aquello que se lee. Quien busque una historia de claves ocultas históricas, que vaya a una tienda de libros y coja el primer volumen que tenga enfrente: tendrá una narrativa aceptable y contará una historia que le enriquecerá, tendrá fundamento histórico (alguno) y, sobre todo, le entretendrá. En mis novelas no van a encontrar eso: sólo hallarán un desarrollo narrativo en torno a la «metalitetura». Sí, cuenta cosas y se puede seguir de una manera más o menos aceptable. Es confusa, liosa (ya se lo digo), pero también encierra una revisión y una nueva visión del panorama literario hasta nuestros días.


«Diarios de un Fumador» es como aprender a fumar en pipa: no gusta a todos, es fuerte y sabe a tierra seca. Con el tiempo, tal vez algunos juzguen adecuado este mi trabajo que ahora os ofrezco, desde mi desengaño pero también desde mi esperanza.

Voy también a abrir una sección para vuestros comentarios sobre la novela. Si la léeis, me gustaría saber vuestra opinión. Las publicaré todas, hasta las escritas desde esa bilis negra que, a veces, posee al lector. No importa, una obra no está hecha de palabras, una obra literaria es un proceso en el tiempo, vivo, que se alimenta de los comentarios y las críticas.

Desde aquí os ofrezco no mi rendición, sino mi esperanza en un público inteligente y voraz, en un público que, confío y sé, aún existe.

martes, enero 02, 2007

¡Feliz 2007!

Querría con este comentario, mis muy amigos lectores, felicitarles este grandioso año que ahora comienza.
Tengo que confesar que este nuevo año me llena de ilusión. Hemos visto el año pasado y hemos asistido a, sin duda, un gran año. La gente, por fin, se ha dado cuenta que hay que llevar una dieta sana y hacer ejercicio, dejar de fumar y... ¡Trabajar, siempre trabajar! El mundo va bien, y no sólo España (que está que se sale, claro).
Señores, entendamos que esas pequeñas aportaciones de capital que tenemos que hacer a nuestro querido Estado son mínimas en comparación con los magníficos servicios que nos dan en contraprestación (cuando se me ocurra alguno, lo pongo). ¿Podemos poner precio, acaso, a la libertad infinita que nuestro Estado nos proporciona? Creo que sólo hay una respuesta: No. Algunos advenedizos de baratillo hablan de elevados impuestos, de corrupción por todos lados... ¡De violación de los derechos humanos! Por favor, seamos serios. Hemos tenido, para empezar el año con buen pie, la imagen de Sadam Hussein ahorcado (algunos se quejan de que eso va en contra de los derechos humanos, anda que...). ¿Qué mejor forma de empezar el año que la imagen de un dictador ahorcado? Sí, así nuestros niños pueden deleitarse con una imagen navideña y familiar.
Menos mal (digo, y digo bien) que nuestros gobernantes se preocupan por el pueblo. Lejos de aquellos tiempos del Rey Sol, ahora estos que tienen el poder gobiernan por y para el pueblo. ¡No! Digo más: Son parte del pueblo y caminan entre las gentes, sin dejarse seducir por el poder zalamero (me gusta esa palabra).

Además... ¿cómo no voy a estar contento y feliz (sin saber qué es una reiteración) si cada vez nuestros hijos, futuro del país, estudian más y mejos? No, no están criando una red de paletos incultos, no... ¡Ahora leen colecciones grandiosas preparadas para su edad! Yo me pregunto: ¿Para qué volver atrás si nuestra literatura actual ofrece obras grandiosas muy superiores a eso que llaman «clásicos»? ¡Sí, por fin nuestra gran sociedad ha superado los clásicos y la modernidad, de una vez por todas, ha terminado con el imperio de la tiranía! Cada vez que se tira en un país gobernado por tiranos una bomba... Allí estamos todos, ahí estoy yo, ciudadano demócrata, con mi pin de Sadam ahorcado y con la palabra «libertad» en una camiseta de cien euros.
Pero no nos engañemos, no todos los países viven tan bien como en España (paraíso de la cultura y el librepensamiento). Hay lugares en que se piensa de manera diferente y, espero que no me caega un rayo, no creen en Dios, en nuestro Dios único probado por siglos de excelentes filósofos. Son estos países lugares de corrupción en el que se devora a los niños nada más nacer y se cometen atrocidades de la más diversa índole. Nuestra labor como demócratas es darles luz, la luz que en occidente sobra. ¿Pueden creer, hermanos, que incluso hay países en los que no saben lo que es una maravillosa hamburguesa? Sí, lo sé, yo tampoco entiendo cómo pueden sobrevivir, por ello su esperanza de vida es más baja que la de occidente.
En estos países se tumban «a la bartola» sin hacer nada en todo el día, porque tienen sistemas económicos comunistas o incluso peor (no me atrevo ni a pronunciarlo). Estos sistemas, permítanme, no crean la necesaria competitividad para un progreso sano y, así, las gentes no tienen incentivos que cumplir. ¿No es acaso mejor nuestro sistema mucho mejor? Nuestros gobiernos, con esas pequeños impuestos (ni nos damos cuenta, ¿verdad?) nos proporcionan, aparte de estabilidad y libertad, los elementos necesarios para hacer de nuestras vidas un paraíso de comodidad.

Desde aquí os pido, amigos demócratas, que encendamos nuestras lavadoras y electrodomésticos y cantemos a una: ¡Viva la libertad!

Este 2007 promete, feliz año a todos.