Permítanme que les cuente algo desde España. Terminó el fútbol (para quien no lo sepa España – Alemania) y salí a tomar mi habitual y diaria botella de brandy por Madrid. No hubo sorpresas: la gente celebraba por todo lo alto el paso a la final del Campeonato Mundial de Sudáfrica. ¿Nada nuevo? Muy nuevo es (inédito) que España pase a una final, porque nunca antes había disputado una y muy nuevos son, también, los cánticos de yo soy español, español, español (permítanme que no lo tararee, su otorrino me lo agradecerá).
Éxitos deportivos aparte, España está viviendo una especie de auge patriótico. ¿Motivos? Lo diré directamente: nuestros partidos regionalistas, que no hacen sino aprovecharse de un sistema electoral que los beneficia claramente, han creado tal clima de incertidumbre en el país que los ciudadanos han contestado. Hoy leo en los periódicos un cántico tan tautológico como extraño: “Oa, oa, oa, Barcelona es española”.
El asunto parece extraño porque, si el señor Presidente del Gobierno no ha rectificado a estas horas (que todo puede ser), Barcelona ya formaba parte de una nación llamada España. Cuestiones políticas aparte (y reservo el derecho a rebuznar lo contrario), la clase política (lo de “clase” ofende la vista, pero para eso mandan ellos) ha venido enfrentando a la sociedad española en un duelo mediático que no carece de eco en el ámbito ciudadano.
Así, y sólo por citar los últimos tiempos (ya me meteré con los pretéritos) se crea un Ministerio de Igualdad cuya única misión parece ser desigualar a hombres y mujeres y enfrentar en dos bandos (mujeres y posibles maltratadores –dicho sea de paso: todos los hombres-). El juego es parecido al que se puede dar en cualquier otro momento: para que el poder ejecutivo pueda obrar libremente, debe crear un clima de incertidumbre y enfrentamiento entre los ciudadanos, de manera que sean ellos quienes solucionen el problema (lo paradójico del asunto, o dicho menos finamente “cachondo”, es que son ellos mismos los que crearon el conflicto que los beneficia).
Leí una vez por ahí que cierto tipo con bigote que lucía una esvástica fue subvencionado por cierto país con barras y estrellas, en la bandera precisamente, para superar una crisis mediante
Leer el artículo completo en La Nación Dominicana:
http://www.lanaciondominicana.com/ver_opinion.php?id_opinion=1870
Éxitos deportivos aparte, España está viviendo una especie de auge patriótico. ¿Motivos? Lo diré directamente: nuestros partidos regionalistas, que no hacen sino aprovecharse de un sistema electoral que los beneficia claramente, han creado tal clima de incertidumbre en el país que los ciudadanos han contestado. Hoy leo en los periódicos un cántico tan tautológico como extraño: “Oa, oa, oa, Barcelona es española”.
El asunto parece extraño porque, si el señor Presidente del Gobierno no ha rectificado a estas horas (que todo puede ser), Barcelona ya formaba parte de una nación llamada España. Cuestiones políticas aparte (y reservo el derecho a rebuznar lo contrario), la clase política (lo de “clase” ofende la vista, pero para eso mandan ellos) ha venido enfrentando a la sociedad española en un duelo mediático que no carece de eco en el ámbito ciudadano.
Así, y sólo por citar los últimos tiempos (ya me meteré con los pretéritos) se crea un Ministerio de Igualdad cuya única misión parece ser desigualar a hombres y mujeres y enfrentar en dos bandos (mujeres y posibles maltratadores –dicho sea de paso: todos los hombres-). El juego es parecido al que se puede dar en cualquier otro momento: para que el poder ejecutivo pueda obrar libremente, debe crear un clima de incertidumbre y enfrentamiento entre los ciudadanos, de manera que sean ellos quienes solucionen el problema (lo paradójico del asunto, o dicho menos finamente “cachondo”, es que son ellos mismos los que crearon el conflicto que los beneficia).
Leí una vez por ahí que cierto tipo con bigote que lucía una esvástica fue subvencionado por cierto país con barras y estrellas, en la bandera precisamente, para superar una crisis mediante
Leer el artículo completo en La Nación Dominicana:
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