Desde que recibo críticas debido a mi, digamos, abultado ego (sería decir poco) me siento bastante apesadumbrado (no crean que no me ha costado encontrar un sinónimo de «jodido»).
El mundo funciona así: cualquier manifestación de carácter fuera del, digamos (vaya, me repito), «sistema de esclavismo imperante» se ve como no sólo como una crítica al sistema, sino como un ataque personal para todas aquellas «personas» (entre comillas, por si no lo notan, queridos detractores) que, embebidas de fracaso y mal gusto, viven sus días amargados y carcomidos por las invisibles cadenas que no les permiten manifestarse como ellos quisieran (sí, es decir mucho: la mayoría no tienen nada que manifestar).
El sistema va más allá: una vez adocenados, produce individuos «adocenadores», es decir, que el sistema crea una retroalimentación que servirá para producir individuos aún más esclavos. Esto está muy bien, y producirá generaciones de individuos felices, porque todos somos felices en este mundo con lavadoras y dvds (nadie se ha quejado de la comodidad, en fin).
Recientemente, y bajo la negativa a publicar en formato papel mi obra «Diarios de un Fumador», he decidido ponerla a la venta en formato electrónico. Su precio será claramente prohibitivo para cualquier economía familiar (más o menos dos euros, sí: dos). Con esto, perdonen, no pienso hacerme rico ni nada por el estilo (a no ser que venda un millón de copias). Pongo este precio (simbólico) y pido con ello una especie de apoyo tácito a todos los escritores y artistas que, casi anónimamente y sin buscar beneficio económico, trabajamos en pos de una mejor literatura, experimentando aún en casos de que nos golpeen y nos fustiguen con comentarios malintencionados.
Mi obra no es una obra narrativa: no quiero timar dos euros a nadie. Que nadie espere una desgarradora historia sobre el espíritu humano. Si tiene alguna virtud, se encuentra en la estructura y su vena «metaliteraria». La obra está narrada en clave faulkneriana de manera consciente y las referencias a otros mitos literarios son constantes. Con esto, lo sé, corro el riesgo de caer en una pretenciosidad manifiesta y, créanme, lo sabía desde que comencé la obra. «Diarios de un Fumador» habla sobre la estructura de la novela moderna en clave narrativa.
Cuando comencé, hace ya creo bastantes años, mi carrera literaria, sabía que no sería fácil, que sería mejor entablar un diálogo con los lectores de una manera más tradicional. Esto fue hace ya más de diez años. Ahora, con el paso del tiempo, el panorama literario ha alcanzado cotas de estupidez que ni yo mismo sospechaba. Libritos de aventuras y noveluchas históricas parecen acaparar el grueso de las lecturas de las «personas cultas». Me parece bien, no voy a negar lo que defiendo desde un primer momento: la libertad. Cada uno es libre de drogarse, practicar la eutanasia o leer basura (sí, al menos desde un punto de vista ético, lo que digan las autoridades me da ya igual).
Desde este mi pequeño foro, desde este púlpito que nadie agradece, os ofrezco mi obra y os invito a que la comentéis.
Sí, voy a reconocerlo, pretendo aportar algo al panorama literario: ¿una revisión crítica? Tal vez, pueden llamarlo como quieran. No escribo al azar, mido las palabras y sé desde un principio lo que quiero contar, cuando hago referencias a otros autores están ahí por algo, y son parte de una trama interna que, esta vez sí, me interesa contar. Mi ideal de novela se conforma como una cebolla: la capa exterior puede que sea desagradable a algunos, puede que no interese (¿quién utiliza la piel para hacer la salsa?); puede que sólo algunos lectores quieran traspasar dicha capa, puede que no les interese a demasiados.
No quiero contar historias. Sí, lo sé, parece una contradicción. Mi objetivo es contar aquello que no se lee a partir de aquello que se lee. Quien busque una historia de claves ocultas históricas, que vaya a una tienda de libros y coja el primer volumen que tenga enfrente: tendrá una narrativa aceptable y contará una historia que le enriquecerá, tendrá fundamento histórico (alguno) y, sobre todo, le entretendrá. En mis novelas no van a encontrar eso: sólo hallarán un desarrollo narrativo en torno a la «metalitetura». Sí, cuenta cosas y se puede seguir de una manera más o menos aceptable. Es confusa, liosa (ya se lo digo), pero también encierra una revisión y una nueva visión del panorama literario hasta nuestros días.
«Diarios de un Fumador» es como aprender a fumar en pipa: no gusta a todos, es fuerte y sabe a tierra seca. Con el tiempo, tal vez algunos juzguen adecuado este mi trabajo que ahora os ofrezco, desde mi desengaño pero también desde mi esperanza.
Voy también a abrir una sección para vuestros comentarios sobre la novela. Si la léeis, me gustaría saber vuestra opinión. Las publicaré todas, hasta las escritas desde esa bilis negra que, a veces, posee al lector. No importa, una obra no está hecha de palabras, una obra literaria es un proceso en el tiempo, vivo, que se alimenta de los comentarios y las críticas.
Desde aquí os ofrezco no mi rendición, sino mi esperanza en un público inteligente y voraz, en un público que, confío y sé, aún existe.
El mundo funciona así: cualquier manifestación de carácter fuera del, digamos (vaya, me repito), «sistema de esclavismo imperante» se ve como no sólo como una crítica al sistema, sino como un ataque personal para todas aquellas «personas» (entre comillas, por si no lo notan, queridos detractores) que, embebidas de fracaso y mal gusto, viven sus días amargados y carcomidos por las invisibles cadenas que no les permiten manifestarse como ellos quisieran (sí, es decir mucho: la mayoría no tienen nada que manifestar).
El sistema va más allá: una vez adocenados, produce individuos «adocenadores», es decir, que el sistema crea una retroalimentación que servirá para producir individuos aún más esclavos. Esto está muy bien, y producirá generaciones de individuos felices, porque todos somos felices en este mundo con lavadoras y dvds (nadie se ha quejado de la comodidad, en fin).
Recientemente, y bajo la negativa a publicar en formato papel mi obra «Diarios de un Fumador», he decidido ponerla a la venta en formato electrónico. Su precio será claramente prohibitivo para cualquier economía familiar (más o menos dos euros, sí: dos). Con esto, perdonen, no pienso hacerme rico ni nada por el estilo (a no ser que venda un millón de copias). Pongo este precio (simbólico) y pido con ello una especie de apoyo tácito a todos los escritores y artistas que, casi anónimamente y sin buscar beneficio económico, trabajamos en pos de una mejor literatura, experimentando aún en casos de que nos golpeen y nos fustiguen con comentarios malintencionados.
Mi obra no es una obra narrativa: no quiero timar dos euros a nadie. Que nadie espere una desgarradora historia sobre el espíritu humano. Si tiene alguna virtud, se encuentra en la estructura y su vena «metaliteraria». La obra está narrada en clave faulkneriana de manera consciente y las referencias a otros mitos literarios son constantes. Con esto, lo sé, corro el riesgo de caer en una pretenciosidad manifiesta y, créanme, lo sabía desde que comencé la obra. «Diarios de un Fumador» habla sobre la estructura de la novela moderna en clave narrativa.
Cuando comencé, hace ya creo bastantes años, mi carrera literaria, sabía que no sería fácil, que sería mejor entablar un diálogo con los lectores de una manera más tradicional. Esto fue hace ya más de diez años. Ahora, con el paso del tiempo, el panorama literario ha alcanzado cotas de estupidez que ni yo mismo sospechaba. Libritos de aventuras y noveluchas históricas parecen acaparar el grueso de las lecturas de las «personas cultas». Me parece bien, no voy a negar lo que defiendo desde un primer momento: la libertad. Cada uno es libre de drogarse, practicar la eutanasia o leer basura (sí, al menos desde un punto de vista ético, lo que digan las autoridades me da ya igual).
Desde este mi pequeño foro, desde este púlpito que nadie agradece, os ofrezco mi obra y os invito a que la comentéis.
Sí, voy a reconocerlo, pretendo aportar algo al panorama literario: ¿una revisión crítica? Tal vez, pueden llamarlo como quieran. No escribo al azar, mido las palabras y sé desde un principio lo que quiero contar, cuando hago referencias a otros autores están ahí por algo, y son parte de una trama interna que, esta vez sí, me interesa contar. Mi ideal de novela se conforma como una cebolla: la capa exterior puede que sea desagradable a algunos, puede que no interese (¿quién utiliza la piel para hacer la salsa?); puede que sólo algunos lectores quieran traspasar dicha capa, puede que no les interese a demasiados.
No quiero contar historias. Sí, lo sé, parece una contradicción. Mi objetivo es contar aquello que no se lee a partir de aquello que se lee. Quien busque una historia de claves ocultas históricas, que vaya a una tienda de libros y coja el primer volumen que tenga enfrente: tendrá una narrativa aceptable y contará una historia que le enriquecerá, tendrá fundamento histórico (alguno) y, sobre todo, le entretendrá. En mis novelas no van a encontrar eso: sólo hallarán un desarrollo narrativo en torno a la «metalitetura». Sí, cuenta cosas y se puede seguir de una manera más o menos aceptable. Es confusa, liosa (ya se lo digo), pero también encierra una revisión y una nueva visión del panorama literario hasta nuestros días.
«Diarios de un Fumador» es como aprender a fumar en pipa: no gusta a todos, es fuerte y sabe a tierra seca. Con el tiempo, tal vez algunos juzguen adecuado este mi trabajo que ahora os ofrezco, desde mi desengaño pero también desde mi esperanza.
Voy también a abrir una sección para vuestros comentarios sobre la novela. Si la léeis, me gustaría saber vuestra opinión. Las publicaré todas, hasta las escritas desde esa bilis negra que, a veces, posee al lector. No importa, una obra no está hecha de palabras, una obra literaria es un proceso en el tiempo, vivo, que se alimenta de los comentarios y las críticas.
Desde aquí os ofrezco no mi rendición, sino mi esperanza en un público inteligente y voraz, en un público que, confío y sé, aún existe.