“El 90% de la gente se inventa estadísticas para demostrar cualquier cosa, y sólo el 20% de la gente lo sabe”
Homer Simpson
Ayer me encontraba en un bar que, juro, no se vendían drogas ni nada por el estilo. Me estaba tomando un Jack Daniel’s (legal) y fumándome una pipa cuando mi buen amigo José me interrumpió (y juro que ni le maté ni me enfadé, a pesar de la mortal dosis de nicotina que ya llevaba a mis espaldas):
-Mira, Martín… ¡Asesinos enamorados!
En breve dispuso ante mí un ejemplar de la última columna de un hombre llamado Eduardo Verdú (El País, 19 de enero del 2010). José es uno de esos antiguos y, por tanto, condenables caballeros que se levanta cuando entra una mujer e, incluso, te alcanza la copa o te da fuego o, Dios nos libre en el futuro, dice cosas tan vulgares como “gracias” y “por favor”. No, Eduardo Verdú no es amigo mío y, que me perdone, espero que nunca lo seamos. ¿Podría serlo alguien que me llama “asesino enamorado”? La lectura me dejó sin habla: “Lo más descorazonador es que algunos de los muertos por el tabaco son hermanos, padres, madres o hijos de fumadores”. Sin comentarios, dejaré primero hablar a la flor y nata del periodismo, ahora en referencia a los 3.000 millones de euros de nada que hizo gastarse el Gobierno a los bares,: “En España sólo el 1% de los bares hizo obra para proteger a los no fumadores”. Como ese 1% se gastó 3.000 millones entonces no manda la mayoría, así que no tiene interés para el señor Verdú.
Verdú pone las esperanzas en las nuevas doctrinas anti-tabaco (no se olviden, herederas directamente de las doctrinas hitlerianas) para evitarnos lo que, según rezan las cajetillas, será sin duda “una muerte lenta y dolorosa”. Perdonen mi ignorancia: el cáncer de pulmón es de los más rápidos, ya que un paciente sólo tarda seis meses (como mucho) en morir. ¿Quién miente? No digo que no mate (que ahora lo diré), sino que de lenta nada de nada.
Vamos a intentar dar unos datos más y perdonen que hable de mi mismo: ¿sabían que el número de fumadores de pipa con cáncer de lengua (que es lo que dicen que provoca fumar en pipa) es igual al número de muertos por cáncer de lengua que nunca han fumado?
Les daré otro dato: ¿sabían que dentro de la legislación inglesa está prohibido añadir aditivos al tabaco y que está comprobado que son precisamente estos aditivos los que provocan la adicción y la tan preciada muerte? Quizá no lo supieran, pero señores míos: el tabaco no mata, matan las cajetillas de cigarrillos que el Gobierno no ha querido nunca controlar porque (gran sorpresa) ganan muchos millones de euros por la venta de una droga legal que poco se parece al tabaco.
Nótese que Philip Morris nunca ha dicho qué diantres añade a sus tabacos.
Pondré un ejemplo absurdo: ¿qué dirían si en un partido de fútbol muriesen cien personas? ¿Qué el fútbol es malo o que habría que expulsar a los vándalos de los estadios de fútbol? Sin duda, nuestro amigo Verdú opinaría, junto a otros pro-zapateros, que habría que prohibir el fútbol para que así no sucediesen más altercados. Adelante, señores zapateros de toda clase, ya veremos qué responde Alemania a vuestras prohibiciones absurdas del país de las estupideces.
Me llama mucho la atención la forma de resolver la situación de crisis económica de estos Zapateros: prohibir el tabaco para que así todos podamos vivir eternamente y así y por fin, olvidarnos de la crisis de un Gobierno que cada día parece ignorar a los ciudadanos e implantar medidas para directamente perjudicarlos laboralmente arguyendo “temas de salud”.
Los paquetes de tabaco, señores ignorantes, contienen aditivos como el alquitrán que, sépanlo, son los verdaderos causantes del cáncer de pulmón (no el tabaco). Si quieren llamar a un partido de fútbol “Guerra” están en su derecho de hacerlo porque para eso tienen a artífices de la palabra tan hábiles como el señor Verdú (esto va con sorna, por favor). Sólo pretendemos que nos dejen fumar en paz y que, por favor, no intenten que todos y cada uno de los españoles terminemos en el paro (eso sí, sin dinero para una cajetilla de tabaco).
Estos seres “inmortales” (inmorales también, pero sin comillas) nos ponen como ejemplo a nuestra católica Irlanda que ahora, según dicen, es un paraíso socialista de personas que no fuman ni beben (tómenselo con el cachondeo que consideren adecuado).
Réplica tomada del diario La Razón (firma M. Poveda, 10 de enero del 2010): “Los datos de la Oficina Central de Estadísitica de Irlanda entre el 2003 y el 2007 han cerrado el 8,6% de los restaurantes y el 24% de los bares”.
Lo repito para el columnista de El País: el 24% de los bares en Irlanda han cerrado. Y ahora volveré a palabras de mi buen e inteligente amigo José: “Entran a un bar a fumarse un cigarrillo, a relajarse y a tomarse una copa, olvidarse del día a día y de que este país cada día está peor”.
Mi amigo José tiene razón y me temo que estas medidas (como otras muchas, y es que es una metedura de pata por semana) llevarán justo al efecto contrario: que las personas ya no puedan discutir unas con otras sobre el desastre de un hombre que se asemeja física y psíquicamente al Joker de Batman (eso sí, menos original, menos gracioso, bastante más peligroso).
Y es que cuando cierren el 24% de los bares y ya nadie que fume acuda a ellos, cuando el caos económico sea tan poderoso que ni la oposición más pintada pueda repararla, sólo le quedará algo que decir a nuestro Joker:
-(os juro que ni idea de la tontería que puede llegar a decir, pero igual se le ocurre prohibir las piruletas porque son nocivas para los niños, y así dejar también a los fabricantes de piruletas sin trabajo).
Por cierto, y no lo olvidemos, el Joker era un personaje de ficción.
¿Se imaginan una broma del Joker consistente en engañar para cerrar los bares y hundir la economía para que así no se hable de sus errores? Sí, una estupidez, los guionistas de DC Comics serían, sin duda, despedidos (lástima que no pase lo mismo con algunas Ministras).
Como no quiero ser injusto, voy a (casi) terminar con las “sabias” palabras de Verdú: “En ocasiones el fumador no es sólo un suicida, sino un verdugo involuntario, alguien que metió dentro de su propia soga el cuello de su hijo o su mujer….” (esperen que Shakespeare estaba inspirado) “… que jugó con toda la familia a la ruleta rusa cada vez que encendió un cigarrillo en su casa, que mató a quien más le quería, a esa persona a la que daba todas las noches un beso mortal de nicotina”.
Señor Verdú: me encantan los besos de nicotina de otra persona que, antes que yo, ha fumado. Me encantan esos besos de nicotina de esa mujer que ha pasado una agradable velada conmigo y que no me ha tratado de convencer de lo malo de mi conducta. Me encantan los besos de nicotina de aquellos que, más allá de pensar o no como yo, me respetan y permiten que, también nosotros, tengamos derecho a tener locales para fumadores.
Porque, señor Verdú, también somos personas.
No fascistas prohibicionistas de verbo fácil y sin argumentos como usted.
“Y es condición última del ser humano la muerte, fumadores y no fumadores”.