Mi nombre es Martín Cid y he tenido el placer de prologar el libro “Las Chicas del Óleo, pintoras y escultoras anteriores a 1789” de Isabel del Río, publicado recientemente por editorial Akrón. Se trata de un ensayo sobre antiguas mujeres artistas anteriores a la Revolución Francesa. Según los franceses (que si los dejan sueltos declararán con toda seguridad haber provocado el Big Bang) este hecho cambió la manera de percibir el mundo y sentó las bases de la democracia actual.
Lo sorprendente del libro es que, parece ser, anteriormente a 1789 las mujeres eran ya tenidas en cuenta y un hombre tan (¿macho, machista?) como el rey Felipe II de España no tenía ningún problema en contratar mujeres como pintoras de la Corte. Así lo hizo con Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana, Catharina van Hemessen y otras.
Hoy en día, las cosas han cambiado y gracias a nuestros buenos políticos zapateristas tenemos algo tan necesario como el Ministerio de Igualdad (sí, estoy siendo irónico). Al frente de este Ministerio tenemos a una señora llamada Bibiana Aído que nos deja periódicamente “perlas” periodísticas como la siguiente:
“Los piropos y que los hombres abran la puerta no es machismo".
Bibiana Aído, Ministra de Igualdad
Alguien se preguntará (no sin cierta razón) si semejante reflexión es propia de una mente preclara o si, por el contrario, es fruto de un plan machistamente elaborado para probar la insuficiencia mental de ciertas féminas. Sea como fuere, y teniendo en cuenta la segura trivialidad del asunto, la declaración fue emitida con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer (trabajadora). Por cierto, antes era solamente el día Internacional de la Mujer, pero ahora sólo se puede celebrar a aquéllas que trabajan. Cosas de su democracia.
La declaración de la ministra Aído no pasaría de ser otra banalidad más del tipo "llevo zapatos rojos" pero ha tenido un gran eco en algunos medios de comunicación, que consideran que un hombre abra o no la puerta a una señorita (o señora) es digno de un debate a nivel nacional.
Plantearé un pequeño ejemplo para posicionarme: también entre caballeros es sinónimo de educación dejar pasar al otro (ya sea éste anciano o no). Un signo de cortesía a la antigua que, por lo visto, se ha perdido. La señora Aído no hace sino reseñar un hecho trivial que no debería tener mayor trascendencia porque cuando un hombre me dice “pase usted” no la emprendo con él por llamarme (o llamarse) machista o feminista o loqueseaista.
En estos tiempos modernos te empujan y casi te escupen, razón sin duda que me impide tomar el transporte público. ¿Se perdió la costumbre cortés y sólo se conservó para ellas? Bien, un caballero que se preciara tenía que dejar pasar a las damas.
Pero el mundo ya no incluye a los caballeros.
Ayer me reía de semejantes declaraciones por pueriles y banales, sí. Pero hoy leo la reacción de los grupos feministas:
"(...) pase señorita es una intromisión en la vida de alguien, es especular con su estado civil. Nadie habla de señoritos, y si lo hacen es con otra connotación".
Yolanda Besteiro, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas (FMP).
Dícese: "señorita, ¿me podría usted pasar la sal?", según la tal Besteiro, sería "especular con el estado civil" y... ¡a callar! porque eso de especular es algo parecido al machismo.
Simplemente, brutal. Me reconozco hoy como un hombre que miro estupefacto a este tipo de mujeres.
Explicaba al principio de estas líneas que había prologado un libro sobre antiguas pintoras, sí. Me siento orgulloso de haberlo hecho y haber podido comprobar que en la historia no todas las mujeres se han dedicado a discutir sobre la conveniencia de quién pasa primero o sobre especulaciones de alto rigor filosófico que analizan el estado civil.
Sí, señores (y señoras y señoritas y hermafroditas, que también los hay), miro estupefacto a estas personas del género femenino que no tienen otra forma de crear controversia y buscar protagonismo que discutir sobre nimiedades en vez de imitar a esas otras mujeres que hicieron y hacen algo a favor del conocimiento humano y de las artes. Hoy vuelvo a leer el libro y vuelvo a admirarlas, mujeres que sí desempeñaron importantes cargos no basados en cupos para minorías. Fueron mujeres y hombres valientes en un mundo que no fue más igualitario que lo que la pseudohistoriografía pretende afirmar.
Sí, apelemos al franquismo o al nazismo y comparemos y lleguemos a la propagandística conclusión de que es realmente necesario un Ministerio de la Igualdad para paliar los errores del pasado obviando los nombres de las damas que en otros siglos fueron ejemplo de una igualdad verdadera.
Hoy afirmo, señoras y señores, que deben llegar los mejores a un puesto, independientemente de su sexo.
Hoy afirmo, señores y señoras, que semejantes debates no hacen sino dañar la imagen de la mujer y condenarla a la más terrible desigualdad: considerarla incapaz.
Hoy afirmo, señoras y señores, que no hay mayor desigualdad en el mundo que la que está condenando al sexo masculino a sentirse culpable y acosado por esas féminas que no buscan más que notoriedad a costa de la trivialidad, la demagogia y la mentira.
Esto, señoras, no es machismo.
Es sólo sentido común.
El resto, simplemente me deja estupefacto.
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